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El SEÑOR endureció el corazón de Faraón

Foto del escritor: Stephen A. R. M.Stephen A. R. M.

Éxodo es un libro de la Biblia que me llama mucho la atención. Es un vaivén de situaciones claves en las que uno puede ver, a grandes rasgos, cómo Dios obra para liberar a los israelitas y sacarlos de la tierra de Egipto. De todo lo que se recoge en este libro, hay una persona en la que he reflexionado en estos últimos meses: el Faraón. En concreto, hablo del Faraón que terminó víctima de la dureza de su propio corazón.

Hay un versículo en Éxodo 7 que llevaba años molestándome, enfureciéndome incluso. Se trata del versículo 3:

Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. Éxodo 7:3 (RVR1960)

No sé en tu caso, pero acostumbraba a parar ahí para conversar con Dios. "¿Cómo se te ocurre endurecer el corazón de Faraón?", le preguntaba yo. Pensaba mucho sobre este versículo, recordando otros en los que hablan sobre cómo Dios desea que todos vengan al arrepentimiento. Cada vez que leía Éxodo 7:3, era como si leyese a Dios decir: No quiero que Faraón se arrepienta. Qué equivocado estaba yo.

Las señales y maravillas dan comienzo con la vara de Aarón convirtiéndose en culebra. A continuación recopilaré las respuestas de Faraón ante ese suceso y las primeras cinco plagas:

Y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho. Éxodo 7:13 (RVR1960) Y los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó; como Jehová lo había dicho. Y Faraón se volvió y fue a su casa, y no dio atención tampoco a esto. Éxodo 7:22-23 (RVR1960) Pero viendo Faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová lo había dicho. Éxodo 8:15 (RVR1960) Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho. Éxodo 8:19 (RVR1960) Mas Faraón endureció aun esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo. Éxodo 8:32 (RVR1960) Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo. Éxodo 9:7 (RVR1960)

Faraón endureció su corazón no una ni dos, sino seis veces seguidas. Nadie lo hizo por él. Sucedieron grandes señales y prodigios con consecuencias fatales delante de sus ojos, y su respuesta fue la misma. Él decidió cerrar su corazón y mirar para el otro lado, incluso cuando los hechiceros concluyeron "Dedo de Dios es éste" (Éxodo 8:19). Si sigues leyendo, verás que en algunas de las siguientes plagas Dios sí endurece el corazón de Faraón. Ojo, solo en algunas. O sea, Dios llegó a darle incluso más oportunidades que él mismo desaprovechó. Ante esto, me pregunto: ¿cómo se puede ser tan tozudo?

Hay un peligro que creo que cada persona debe de ser consciente. Tú, yo y todos podemos terminar como ese Faraón. La dureza del corazón no hace acepción de personas. Obviamente no hacemos las mismas brutalidades que Faraón —o eso espero—, pero podemos caer en la misma trampa.

Pongamos como ejemplo los tiempos en los que Jesús vivió entre nosotros. Muchísimos maestros y estudiosos de la Palabra de Dios le rechazaron. Hubo evidencias, señales, milagros que apuntaban a Jesús como el Mesías tan esperado por los judíos. Sin embargo, incluso sabiendo de memoria el Antiguo Testamento, no le aceptaron como tal. Por más que tengamos el conocimiento correcto, si nuestro corazón está en el lugar incorrecto, de nada sirve.

Otro ejemplo: el mismo pueblo que fue liberado por Dios a través de Moisés terminó por querer regresar a Egipto. ¡A la tierra donde vivían esclavizados y maltratados! En este caso, uno de los problemas fue olvidarse de las maravillas de Dios. Cuando dejas de tener presente quién es Dios y qué hizo en nuestra vida, el corazón se endurece. Te lo aseguro por experiencia propia.

Aprendamos. Descubramos. Observemos. Recordemos. Humillémonos. Es bueno preguntar, dudar, experimentar, incluso perderse por un tiempo. No obstante, evitemos caer en la trampa de Faraón. Él nunca quiso admitir a Dios como tal, no fuera que dejara de ser el ser más importante de la tierra. Aunque a veces no lo admitamos, en ocasiones ponemos a Dios de lado para ocupar nosotros mismos el primer puesto. Y si no nosotros, pues otra persona o cosa.

Vayamos con cuidado. Tengamos presente lo que Dios hizo y hace en nuestras vidas, y pongamos toda nuestra adoración a Él. Solo a Él. Dejemos que Jesús enternezca nuestros corazones y admitamos que, sin Él, nada podemos hacer. Recordemos que estamos vivos gracias a un Dios de amor y justicia, no por obra nuestra. En el momento que olvidamos eso, endureceremos nuestro corazón y nos perderemos el regalo de vivir en la plenitud de la presencia de Dios.

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